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jueves, 28 de febrero de 2008

TEXTOS ESCOGIDOS DE SAN CIPRIANO DE CARTAGO

TEXTOS ESCOGIDOS DE SAN CIPRIANO DE CARTAGO




Los que deseamos alcanzar las promesas del Señor debemos imitarle en todo

La esperanza nos sostiene

El coro numeroso de las vírgenes acrecienta el gozo de la madre Iglesia

Los mártires están reservados para la diadema del Señor

La lucha por la fe

El que nos dio la vida nos enseñó también a orar

La oración ha de salir de un corazón humilde

Santificado sea tu nombre

Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad


***



San Cipriano nació en Cartago el año 210, en el seno de una familia pagana. Estudiaba
para triunfar. Pero era un alma noble y vio que el paganismo no le satisfacía.

Entonces se dedicó a estudiar la doctrina cristiana. El Evangelio fue para él un gran descubrimiento.

Su conversión fue radical. Repartió sus bienes entre los pobres e hizo voto de castidad. Su talento excepcional y su integridad de vida hicieron que el pueblo se fijara en él y fue nombrado obispo de Cartago.

Un edicto del emperador Decio desencadenó la persecución. Muchos cristianos acudieron a ofrecer sacrificios al templo de Júpiter; pero luego, arrepentidos, quisieron volver al seno de la Iglesia. El partido de los intransigentes los rechazaba. Al final se impuso la tolerancia y bondad del obispo, que los perdonó.

Pero la persecución arreciaba: “–Cipriano a los leones”, gritaban los espectadores paganos del circo. San Cipriano es apresado y condenado a muerte. Cuando iba a ser ejecutado,muchos cristianos se aprestaron a morir con él. Al momento de la ejecución, Cipriano se arrodilló y comenzó a rezar. Dispuso que dieran 25 monedas de oro al verdugo. Él mismo se colocó la venda sobre los ojos antes de recibir el golpe mortal de la espada. Era el 14 de septiembre de 258.

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Los que deseamos alcanzar las promesas del Señor debemos imitarle en todo



Os saludo, queridos hermanos, y desearía gozar de vuestra presencia, pero la dificultad de entrar en vuestra cárcel no me lo permite. Pues, ¿qué otra cosa más deseada y gozosa pudiera ocurrirme que no fuera unirme a vosotros, para que me abrazarais con aquellas manos que,conservándose puras, inocentes y fieles a la fe del Señor, han rechazado los sacrificios sacrílegos?

¿Qué cosa más agradable y más excelsa que poder besar ahora vuestros labios, que han
confesado de manera solemne al Señor, y qué desearía yo con más ardor sino estar en medio de vosotros para ser contemplado con los mismos ojos, que, habiendo despreciado al mundo,han sido dignos de contemplar a Dios?

Pero como no tengo la posibilidad de participar con mi presencia en esta alegría, os envío esta carta, como representación míos, para que vosotros la leáis y la escuchéis. En ella os felicito, y al mismo tiempo os exhorto a que perseveréis con constancia y fortaleza en la confesión de la gloria del cielo; y, ya que habéis comenzado a recorrer el camino que recorrió el Señor, continuad por vuestra fortaleza espiritual hasta recibir la corona, teniendo como protector y guía al mismo Señor que dijo: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo.

¡Feliz cárcel, dignificada por vuestra presencia! ¡Feliz cárcel, que traslada al cielo a los hombres de Dios! ¡Oh tinieblas más resplandecientes que el mismo sol y más brillantes que la luz de este mundo, donde han sido edificados los templos de Dios y santificados vuestros miembros por la confesión del nombre del Señor!

Que ahora ninguna otra cosa ocupe vuestro corazón y vuestro espíritu sino los preceptos divinos y los mandamientos celestes, con los que el Espíritu Santo siempre os animaba a soportar los sufrimientos del martirio. Nadie se preocupe ahora de la muerte, sino de la inmortalidad,ni del sufrimiento corporal sino de la gloria eterna, ya que está escrito: Mucho le place al Señor la muerte de sus fieles. Y en otro lugar: El sacrificio que agrada a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.

Y también, cuando la sagrada Escritura habla de los tormentos que consagran a los
mártires de Dios y los santifican en la prueba, afirma: La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad. Gobernarán naciones, someterán pueblos, y el Señor reinará sobre ellos eternamente.


Por tanto, si pensáis que habéis de juzgar y reinar con Cristo Jesús, necesariamente debéis de regocijaros y superar las pruebas de la hora presente en vista del gozo de los bienes futuros. Pues, como sabéis, desde el comienzo del mundo las cosas han sido dispuestas de tal forma que la justicia sufre aquí una lucha con el siglo. Ya desde el mismo comienzo, el justo Abel fue asesinado, y a partir de él siguen el mismo camino los justos, los profetas y los apóstoles.

El mismo Señor ha sido en sí mismo el ejemplar para todos ellos, enseñando que ninguno puede llegar a su reino sino aquellos que sigan su mismo camino: El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. y en otro lugar: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con fuego alma y cuerpo.

También el apóstol Pablo nos dice que todos los que deseamos alcanzar las promesas del Señor debemos imitarle en todo: Somos hijo._ de Dios -dice- y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos en él para ser también con él glorificados.

Carta 6,1-2



La esperanza nos sostiene



Es saludable aviso del Señor, nuestro Maestro, que el que persevere hasta el final se
salvará. Y también este otro: Si os mantenéis en m palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Hemos de tener paciencia, y perseverar, hermanos queridos, par, que, después de haber
sido admitidos a la esperanza de la verdad y de la libertad, podamos alcanzar la verdad y la libertad mismas. Porque el que seamos cristianos es por la fe y la esperanza; pero es necesaria.

Pues no vamos en pos de una gloria presente; buscamos la futura conforme a la
advertencia del apóstol Pablo cuando dice: En la esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza ¿ Cómo seguirá esperando uno aquello que se ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia. Así pues, la esperanza y la paciencia nos son necesarias para completar en nosotros 1o que hemos empezado a ser, y para conseguir, por concesión de Dios lo que creemos y esperamos.

En otra ocasión, el mismo Apóstol recomienda a los justos que obran el bien y guardan sus tesoros en el cielo, para obtener el ciento por uno, que tengan paciencia, diciendo: Mientras tenemos ocasión trabajemos por el bien de todos, especialmente por el de la familia y la fe. No nos cansemos de hacer el bien, que, si no desmayamos, a su tiempo cosecharemos.

Estas palabras exhortan a que nadie, por impaciencia, decaiga en el bien obrar o, solicitado y vencido por la tentación, renuncie en medio de su brillante carrera, echando así a perder el fruto de lo ganado, por dejar sin terminar lo que empezó.

En fin, cuando el Apóstol habla de la caridad, une inseparablemente con ella la constancia y la paciencia: La caridad es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educada ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal, disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. Indica, pues, que la caridad puede permanecer, porque es capaz de sufrido todo.

Y en otro pasaje escribe: Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la
unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Con esto enseña que no puede conservarse ni la unidad ni la paz si no se ayudan mutuamente los hermanos y no mantienen el vínculo de la unidad, con el auxilio de la paciencia.


Tratado sobre los bienes de la paciencia, nn. 13 y 15.


El coro numeroso de las vírgenes acrecienta el gozo de la madre Iglesia


Me dirijo ahora a las vírgenes con tanto mayor interés cuanta mayor es su dignidad.

La virginidad es como la flor del árbol de la Iglesia, la hermosura y el adorno de los dones del Espíritu, alegría, objeto de honra y alabanza, obra íntegra e incorrupta, imagen de Dios, reflejo de la santidad del Señor, porción la más ilustre del rebaño de Cristo. La madre Iglesia se alegra en las vírgenes, y por ellas florece su admirable fecundidad, y, cuanto más abundante es el número de las vírgenes, tanto más crece el gozo de la madre. A las vírgenes nos dirigimos,a ellas exhortamos, movidos más por el afecto que por la autoridad, y, conscientes de
nuestra humildad y bajeza, no pretendemos reprochar sus faltas, sino velar por ellas por miedo de que el enemigo las manche.

Porque no es inútil este cuidado, ni vano el temor que sirve de ayuda en el camino de la salvación, velando por la observancia de aquellos preceptos de vida que nos dio el Señor; así,las que se consagraron a Cristo renunciando a los placeres de la carne podrán vivir entregadas al Señor en cuerpo y alma y, llevando a feliz término su propósito obtendrán el premio prometido, no por medio de los adornos del cuerpo, sino agradando únicamente a su Señor, de quien esperan la recompensa de su virginidad.

Conservad, pues, vírgenes, conservad lo que habéis empezado; sed, conservad lo que seréis: una magnífica recompensa os está reservada; vuestro esfuerzo está destinado a un gran premio, vuestra castidad a una gran corona. Lo que nosotros seremos, vosotras habéis comenzado ya a serlo. Vosotras participáis, ya en este mundo, de la gloria de la resurrección; camináis por el mundo sin contagiaros de él siendo castas y vírgenes, sois iguales a los ángeles de Dios. Pero con la condición de que vuestra virginidad permanezca inquebrantable,incorrupta, para que lo que habéis comenzado con decisión lo mantengáis con constancia, no buscando los adornos de las joyas ni vestidos, sino el atavío de las virtudes.

Tratado sobre el comportamiento de las vírgenes, nn. 3-4.22.2:



Los mártires están reservados para la diadema del Señor



Miramos a los mártires con gozo de nuestros ojos, y los besamos y abrazamos con el más santo e insaciable afecto, pues son ilustres por la fama de su nombre y gloriosos por los méritos de su fe y valor. Ahí está la cándida cohorte de los soldados de Cristo que, dispuestos para sufrir la cárcel y armados para arrostrar la muerte, quebrantaron, con su irresistible empuje, la violencia arrolladora de los golpes de la persecución.

Rechazasteis con firmeza al mundo, ofrecisteis a Dios magnífico espectáculo y disteis a los hermanos ejemplo para seguido. Las lenguas religiosas que habían declarado anteriormente su fe en Jesucristo lo han confesado de nuevo; aquellas manos puras que no se habían acostumbrado sino a obras santas se han resistido a sacrificar sacrílegamente; aquellas bocas santificadas con el manjar del cielo han rehusado, después de recibir el cuerpo y la sangre del Señor, mancharse con las abominables viandas ofrecidas a los ídolos; vuestras cabezas no se han cubierto con el velo impío e infame que se extendía sobre las cabezas de los viles sacrificadores; vuestra frente, sellada con el signo de Dios, no ha podido ser ceñida con la corona del diablo: se reservó para la diadema del Señor.

¡Oh, con qué afectuoso gozo os acoge la madre Iglesia, al veros volver del combate! Con los héroes triunfantes, vienen las mujeres que vencieron al siglo a la par que a su sexo. Vienen, juntos, las vírgenes, con la doble palma de su heroísmo, y los niños que sobrepasaron su edad con su valor. Os sigue luego, por los pasos de vuestra gloria, el resto de la muchedumbre de los que se mantuvieron firmes, y os acompaña muy de cerca, casi con las mismas insignias de victoria.

También en ellos se da la misma pureza de corazón, la misma entereza de una fe firme. Ni el destierro que estaba prescrito, ni los tormentos que les esperaban, ni la pérdida del patrimonio, ni los suplicios corporales les aterrorizaron, porque estaban arraigados en la raíz inconmovible de los mandamientos divinos y fortificados con las enseñanzas del Evangelio.

Tratado sobre los apóstatas, cap. 2



La lucha por la fe



Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. ¡Qué
dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo!

Revistámonos de fuerza, hermanos amadísimos, y preparémonos para la lucha con un
espíritu indoblegable, con una fe sincera, con una total entrega. Que el ejército de Dios marche a la guerra que se nos declara.

El Apóstol nos indica cómo debemos revestimos y preparamos, cuando dice: Abrochaos el
cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del Malo. Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu, es decir, la Palabra de Dios.

Que estas armas espirituales y celestes nos revistan y nos protejan para que en el día de la prueba podamos resistir las asechanzas de demonio y podamos vencerlo.
Pongámonos por coraza la justicia para que el pecho esté protegido y defendido contra los dardos del Enemigo; calzados y armados los pies con el celo por el Evangelio para que, cuando la serpiente sea pisoteada y hollada por nosotros, no pueda mordemos y derribamos.

Tengamos fuertemente embrazado el escudo de la fe para que, protegidos por él, podamos repeler los dardos del Enemigo.

Tomemos también nuestro casco espiritual para que, protegidos nuestros oídos, no
escuchemos los edictos idolátricos y, protegidos nuestros ojos, no veamos los ídolos
detestables. Que el casco proteja también nuestra frente para que se conserve incólume la señal de Dios, y nuestra boca para que la lengua victoriosa confiese a su Señor Cristo.

Armemos la diestra con la espada espiritual para que rechace con decisión los sacrificios sacrílegos y, acordándose de la eucaristía, en la que recibe el cuerpo del Señor, se una a él para poder después recibir de manos del Señor el premio de la corona eterna.

Que estas verdades, hermanos amadísimos, queden esculpidas e1 vuestros corazones. Si
meditamos de verdad en estas cosas, cuando llegue el día de la persecución, el soldado de Cristo, instruido por su preceptos y advertencias, no sólo no temerá el combate, sino que se encontrará preparado para el triunfo.

Carta 58,8-9.1



El que nos dio la vida nos enseñó también a orar



Los preceptos evangélicos, queridos hermanos, no son otra cosa que las enseñanzas
divinas, fundamentos que edifican la esperanza, cimientos que corroboran la fe, alimentos del corazón, gobernalle del camino, garantía para la obtención de la salvación; ellos instruyen e la tierra las mentes dóciles de los creyentes, y los conducen a los reinos celestiales. Muchas cosas quiso Dios que dijeran e hicieran oír los profetas, sus siervos; pero cuánto más importantes son las que habla su Hijo, las que atestigua con su propia voz la misma Palabra de Dios, que estuvo presente en los profetas, pues ya no pide que se prepare el camino al que viene, sino que es él mismo quien viene abriéndonos y mostrándonos el camino, de modo que
quienes, ciegos y abandonados, errábamos antes en las tinieblas de la muerte, ahora nos viéramos iluminados por la luz de la gracia y alcanzáramos el camino de la vida, bajo la guía y dirección del Señor.

El cual, entre todos los demás saludables consejos y divinos preceptos con los que orientó a su pueblo para la salvación, le enseñó también la manera de orar, y, a su vez, él mismo nos instruyó y aconsejó sobre lo que teníamos que pedir. El que nos dio la vida nos enseñó también a orar, con la misma benignidad con la que da y otorga todo lo demás, para que fuésemos escuchados con más facilidad, al dirigimos al Padre con la misma oración que el Hijo nos enseñó.

El Señor había ya predicho que se acercaba la hora en que los verdaderos adoradores
adorarían al Padre en espíritu y verdad; y cumplió lo que antes había prometido, de tal manera que nosotros, que habíamos recibido el espíritu y la verdad como consecuencia de su santificación, adoráramos a Dios verdadera y espiritualmente, de acuerdo con sus normas.

¿Pues qué oración más espiritual puede haber que la que nos fue dada por Cristo, por
quien nos fue también enviado el Espíritu Santo, y qué plegaria más verdadera ante el Padre que la que brotó de labios del Hijo, que es la verdad? De modo que orar de otra forma no es sólo ignorancia, sino culpa también, pues él mismo afirmó: Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición.

Oremos, pues, hermanos queridos, como Dios, nuestro maestro, nos enseñó. A Dios le
resulta amiga y familiar la oración que se le dirige con sus mismas palabras, la misma oración de Cristo que llega a sus oídos.

Cuando hacemos oración, que el Padre reconozca las palabras de su propio hijo; el mismo que habita dentro del corazón sea el que resuene en la voz, y, puesto que lo tenemos como abogado por nuestros pecados ante el Padre, al pedir por nuestros delitos, como pecadores que somos, empleemos las mismas palabras que nuestro defensor. Pues, si dice que hará lo que pidamos al Padre en su nombre, ¿cuánto más eficaz no será nuestra oración en el nombre de Cristo, si la hace mas, además, con sus propias palabras?

Tratado sobre el Padrenuestro, caps. 1-2



La oración ha de salir de un corazón humilde



Las palabras del que ora han de ser mesuradas y llenas de sosiego y respeto.

Pensemos que estamos en la presencia de Dios. Debemos agradar a Dios con la actitud corporal y con la moderación de nuestra voz. Porque, así como es propio del falto de educación hablar a gritos así, por el contrario, es propio del hombre respetuoso hablar con un tono de voz moderado. El Señor, cuando nos adoctrina acerca de la oración, nos manda hacerla en secreto, en lugares escondidos y apartados, en nuestro mismo aposento, lo cual concuerda con nuestra fe cuando nos enseña que Dios está presente en todas partes, que nos oye y nos ve a todos y que, con la plenitud de su majestad, penetra incluso los lugares más ocultos, tal como está escrito: ¿Soy yo Dios sólo de cerca, y no Dios de lejos? Porque uno se esconda en su escondrijo ¿No lo voy a ver yo? ¿No lleno yo el cielo y la tierra? Y también: En todo lugar los ojos de Dios están vigilando a malos y buenos.

Y cuando nos reunimos con los hermanos para celebrar los sagrados misterios, presididos por el sacerdote de Dios, no debemos olvidar este respeto y moderación ni ponernos a ventilar continuamente sin ton ni son nuestras peticiones, deshaciéndonos en un torrente de palabras, sino encomendarlas humildemente a Dios, ya que él escucha no las palabras, sino el corazón, ni hay que convencer a gritos a aquel que penetra nuestros pensamientos, como lo demuestras aquellas palabras suyas: ¿por qué pensáis mal? Y en otro lugar: Así sabrán toda las Iglesias que yo soy el que escruta corazones y mentes.

De este modo oraba Ana, como leemos en el primer libro de Samuel, ya que ella no rogaba a Dios a gritos, sino de un modo silencioso y respetuoso, en lo escondido de su corazón. Su oración era oculta, pero manifiesta su fe; hablaba no con la boca, sino con el corazón porque sabía que así el Señor la escuchaba, y de este modo consiguió lo que pedía, porque lo pedía con fe. Esto nos recuerda la Escritura cuando dice: Hablaba para sí, y no se oía su voz, aunque movía los labios. Y el Señor la escuchó. Leemos también en los salmos: Reflexionad en el silencio de vuestro lecho. Lo mismo nos sugiere y enseña el Espíritu Santo por boca de
Jeremías, con aquellas palabras: Hay que adorarte en lo interior, Señor.

El que ora, hermanos muy amados, no debe ignorar cómo oraron el fariseo y el publicano en el templo. Éste último, sin atreverse a levantar sus ojos al cielo, sin osar levantar sus manos, tanta era su humildad, se daba golpes de pecho y confesaba los pecados ocultos en su interior, implorando el auxilio de la divina misericordia, mientras que el fariseo oraba satisfecho de sí mismo; y fue justificado el publicano, porque al orar no puso la esperanza de la salvación en la convicción de su propia inocencia, ya que nadie es inocente, sino que oró confesando humildemente sus pecados, y aquél que perdona a los humildes escuchó su oración.

Tratado sobre el Padrenuestro, caps. 4-6



Santificado sea tu nombre



Cuán grande es la benignidad del Señor, cuán abundante la riqueza de su condescendencia y de su bondad para con nosotros, pues ha querido que, cuando nos ponemos en su presencia para orar, lo llamemos con el nombre de Padre y seamos nosotros llamados hijos de Dios, a imitación de Cristo, su Hijo; ninguno de nosotros se hubiera nunca atrevido a pronunciar este nombre en la oración, si él no nos lo hubiera permitido. Por tanto, hermanos muy amados,ebemos recordar y saber que, pues llamamos Padre a Dios, tenemos que obrar como hijos suyos, a fin de que él se complazca en nosotros, como nosotros nos complacemos de tenerlo por Padre.

Sea nuestra conducta cual conviene a nuestra condición de templos de Dios, para que se vea de verdad que Dios habita en nosotros. Que nuestras acciones no desdigan del Espíritu: hemos comenzado a ser espirituales y celestiales y, por consiguiente, hemos de pensar y obrar cosas espirituales y celestiales, ya que el mismo Señor Dios ha dicho: Yo honro a los que me honran, y serán humillados los que me desprecian. Asimismo el Apóstol dice en una de sus cartas: No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

A continuación añadimos: Santificado sea tu nombre, no en el sentido de que Dios pueda ser santificado por nuestras oraciones, sino en el sentido de que pedimos a Dios que su nombre sea santificado entre nosotros. Por lo demás, ¿por quién podría Dios ser santificado, si es él mismo quien santifica? Mas, como sea que él ha dicho: Sed santo, porque yo soy santo,por eso pedimos y rogamos que nosotros, que fuimos santificados en el bautismo,perseveremos en esta santificación inicial. Y esto lo pedimos cada día. Necesitamos, en efecto,de esta santificación cotidiana, ya que todos los días delinquimos, y por esto necesitamos ser purificados mediante esta continua y renovada santificación.

Tratado sobre el Padrenuestro, caps. 11-12



Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad



Pedimos que se haga presente el reino de Dios, del mismo modo que suplicamos que su
nombre sea santificado entre nosotros. Porque no hay un solo momento en que Dios deje de reinar, ni puede empezar lo que siempre ha sido y nunca dejará de ser. Pedimos a Dios que venga a nosotros nuestro reino, que tenemos prometido, el que Cristo nos ganó con su sangre y su pasión, para que nosotros, que antes servimos al mundo, tengamos parte después en el reino de Cristo, como él nos ha prometido, con aquellas palabras: Venid vosotros, bendito de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

También podemos entender, hermanos muy amados, este reino de Dios, cuya venida
deseamos cada día, en el sentido de la misma persona de Cristo, cuyo próximo advenimiento es también objeto de nuestros deseos. Él es la resurrección, ya que en él resucitaremos, por esto podemos identificar el reino de Dios con su persona, ya que en él tenemos que reinar.

Con razón, pues, pedimos el reino de Dios, esto es, el reino celestial, porque existe también un reino terrestre. Pero el que ya ha renunciado al mundo está por encima de los honores del reino de este mundo.

Pedimos a continuación: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, no en el sentido de que Dios haga la que quiera, sino de que nosotros seamos capaces de hacer lo que Dios quiere. ¿Quién, en efecto, puede impedir que Dios haga lo que quiere? Pero a nosotros sí que el diablo puede impedirnos nuestra total sumisión a Dios en sentimientos y acciones; por esto pedimos que se haga en nosotros la voluntad de Dios, y para ello necesitamos de la voluntad de Dios, es decir, de su protección y ayuda.

La voluntad de Dios es la que Cristo cumplió y enseñó. La humildad en la conducta, la
firmeza en la fe, el respeto en la palabras, la rectitud en las acciones, la misericordia en las obras, la moderación en las costumbres, el no hacer agravio a los demás y tolerar los que nos hacen a nosotros, el conservar la paz con nuestros hermanos; el amar al Señor con todo el corazón, amarlo en cuanto Padre, temerlo en cuanto Dios; el no anteponer nada a Cristo, ya que él nada antepuso a nosotros; el mantenernos inseparablemente unidos a su amor, el estar junto a la cruz con fortaleza y confianza; y, cuando está en juego su nombre y su honor, el mostrar en nuestras palabras la constancia de la fe que profesamos.


Tratado sobre el Padrenuestro, caps. 13-15



Nota: En verdad, esto, esta sacado de un misal catolico, en donde se intenta ensalzar el martirio, y la predicacion de San Cipriano, usando las palabras de Jesus, mas que las del mismo Cipriano, ya que en todas las supuestas "oraciones de San Cipriano", lo unico que ocurre, es repetir una y otra vez, predicaciones normales y corrientes; eso no quita, que quiza, esas predicaciones, ocurrieran en tiempo de Cipriano, ya que casi todo corria de boca en boca,hoy en dia, en una misa normal y corriente de oyen las misms palabras, y no son atribuidas a Cipriano;pienso que de alguna manera esta hecho para ensalzar al personaje, utilizando escritos biblicos; lo unico que no esta en la biblia, y si en algun texto apocrifo, es lo de la predicacion de las virgenes, fracmetos, que hoy en dia, no se escuchan, quitando ese solo punto, creo que lo demas, es de dudosa procedencia en relacion con San Cipriano, y normal, del nevo testamento.

miércoles, 27 de febrero de 2008

NOMBRES PARA USAR - MAILS, AVATARS, FIRMAS, JUEGOS......

COLECCION DE NOMBRE, LA MAYORIA "NO COMUNES", PARA USAR EN LO QUE TE PAREZCA BIEN : EN UN JUEGO,COMO NOMBRE DE UN PERSONAJE: PARA UNA DIRECCION DE MAIL,CUANTAS VECES HAS INTENTADO HACER UNA NUEVA DIRECCION DE MAIL?, O TE ENTRA EL NOMBRE A LA PRIMERA, O TE PASAS UNA HORA PROBANDO DE TODO;....EN FIN, PARA USARLOS EN LO QUE TE PAREZCA, EN ESTE MUNDO VIRTUAL, EL LUNES PUEDES SER PEDRO, EL MARTES LUIS, EL MIERCOLES: UNA RUBIA DESPAMPANANTE, (LOS QUE TENGAN CAMARA, AQUI NO TIENEN NADA QUE HACER, A NO SER QUE SEAS DRAK QUEEN...); TOTAL, PARA LO QUE QUIERAS.

__________________________NOMBRES_____________________________

Abdala,Abzu,Achille,Adak,Aderhold,Aerendir,Agarrat,Agiyar,Aglaia,Ahra,Ahrazad,Akris,Alander,
Algadia,Allette,Allmaar,Aloric,Alsoren,Altamese,Alzate,Amalio,Amaynar,AmisoR,Anibal,Ankore,
Anktor,Annan,Annika,Annunziata,Anselhome,Antaya,Antell,Antolik,Apostolos,Aran,Arbaiza,
Arborea,Arhammer,Arios,Arjuna,Artille,Arturo,Asoghal,Asophiel,Asta,Athanos,Augmelith,
Aundrella,Averil,Ayamon,Azan,Azar,Azur,Baalimm,BahralAzreq,Barome,Basra,Beita,Belshazzar,
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El Significado de los Nombres

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lunes, 11 de febrero de 2008

AYER Y HOY DE LA CAZA DE BRUJAS /// EPILOGO

Ayer y hoy de la caza de brujas


* Este es el epílogo del libro "La sociogénesis de las brujas. El origen de la discriminación de la mujer", Editorial Popular, Madrid 2007.




Ante la crueldad de la Iglesia ejercida durante siglos contra la mujer y la invención infame de la quema de brujas no cabe sino preguntarse por la sinrazón de semejante locura. ¿Qué elementos tuvieron que intervenir para poner en marcha ese mecanismo sangriento de destrucción de seres humanos?

A nivel de la aldea estaban los intrusos, forasteros, raros, los outsiders de que hablan la sociología usamericana, que resultaban sospechosos por su conducta o su saber y se resistían al conformismo. Entre estas personas estaba la herbaria, la curandera, la vieja desplazada por las guerras, abandonada por la familia o simplemente marginada, apartada de y por los demás. Cuando la comunidad aldeana creía haberla descubierto como bruja se podía llegar a matarla. Pero esto no explica las sistemáticas persecuciones posteriores.

En la aldea, el enemigo es el individuo que hay que eliminar, en el mundo es, bajo ciertas condiciones, el mal en sí, o lo que la gente tiene por tal. Contra este “enemigo del mundo”, ya sea una proyección de los miedos propios o de los deseos reprimidos, la sociedad moviliza sus defensas. O dicho de otro modo: como se padece la manía de que el mundo se ve atacado y rodeado por un poder real que impide ser bueno, se trazan explicaciones, teorías, ideologías. Con ellas se formula la sospecha a niveles superiores. Se diseña una imagen del enemigo sobre la que se proyecta todo lo que el código moral propio califica de negativo. Como los seres humanos no pueden reprimir su sexualidad, su demonio es sexualmente desenfrenado: como no pueden vivir sin dudar, su diablo duda de todos los valores; como no les gusta que las personas no cumplan con su palabra, su diablo es embustero y embaucador. Y como el diablo es todo eso, quien con él se alía debe sufrir el castigo que en realidad le corresponde a él.

En la Edad Media era sobre todo la mujer el objeto de la proyección de los deseos reprimidos del hombre. El nexo teórico entre el mal y los muchos que lo favorecen ofrece el aspecto criminal de la locura. Pues, se sabe que la desconfianza y la sospecha están justificadas, la autoridad da motivos para reforzar el conformismo hasta la eliminación del extraño, del outsider. Una vez que se ha consolidado el clisé, cuando la teoría de los dominadores tiene buenas razones para la persecución, empieza la caza de brujas, de melenudos, judíos, comunistas y sospechosos de todo tipo.

En la aldea solía ser el cura quien formulaba el conformismo y ponía en la picota a los extraños. A nivel superior eran los sabios quienes proporcionaban la teoría contra el mal y ponían las leyes en manos del juez. Dirigían así el odio de la sociedad contra sus supuestos corruptores, aunque con estas acciones se corrompía ella misma. Nadie podía poner freno a este mecanismo infernal. Pues los signos de clemencia, indulgencia o benevolencia se interpretaban como síntomas de culpabilidad. Y viceversa, cuando predomina una situación en la que los indulgentes son sospechosos, y cuando los principios ocupan la primacía, lo que impera es la sospecha, la desconfianza. Se afincan entonces las mejores razones para cometer las peores acciones, para emprender la caza de brujas.

Desde el punto de vista de la sociología, es la presión del conformismo la que produce las “brujas”. Desde el de la psicología, se trata de la proyección que convierte a la “bruja” en objeto de persecución. Este es el punto de partida de esa neurosis que presenta lo absurdo como racional. En la llamada brujomanía, que no es más que un caso especial de la histeria de la limpieza, todas las partes del mecanismo tienen su formulación teológica, pues hasta el siglo XVIII el credo cristiano era la base de la existencia.

Por lo demás, esto sólo rige para el ámbito de la iglesia católica y romana. En la iglesia oriental, la ortodoxa, nunca existió esa imagen del diablo ni hubo quema de brujas.

Los ejemplos de la caza de agentes del enemigo y el miedo a los espías vividos en la Alemania nazi o en la Unión Soviética de Stalin durante el siglo XX, o actualmente en los EEUU con la histeria de los terroristas, ilustran cómo se originan las manías persecutorias.

Los inconformistas viven tranquilos mientras no haya ninguna teoría que los vincule con el mal. Y la teoría es impotente si no puede concentrar los miedos de la sociedad en determinados grupos. Y esto no sólo vale para las viejas que de repente son sospechosas de ser brujas. Así, por ejemplo, si alguien pudiera demostrar que el mal se ha aliado con la ciencia, sería rápidamente sospechosa toda persona con una educación superior, gafas, una bata blanca y muchos libros.

El aislamiento, la eliminación de las personas sospechosas no es más que una consecuencia. Se ha visto que, además de la ideología de la limpieza, también entra en juego el interés material de los perseguidores. También esto tiene su lógica. Como se quiere fomentar la limpieza, hay que recompensarla. Y una vez fijado el interés material, no se puede prescindir del objetivo que persigue. Por eso es tan difícil combatir el exterminio legal de las brujas: quien quería ayudar a los inocentes no podía expresar duda ninguna en la brujería, sino desenmascarar la legalidad de la destrucción como algo que se contradecía con los intereses de los razonables. La ilustración no basta por sí sola para detener la rueda de los intereses concretos.

Según Döbler, el verdadero diablo es la inexorable compulsión humana a la abstracción, a sacar la consecuencia extrema, que se ha separado de los sentimientos. Tal vez se oculte en todo esto el miedo de lo supuestamente amenazado que recurre al terror para protegerse de algo que sólo existe en su fantasía. Cientos de miles de personas han sido víctimas de ese miedo. Y otros miles y millones de víctimas vuelven a caer víctimas de este miedo cada vez que una ideología de la sociedad se saca de la manga un enemigo, producto de su mala conciencia, de sus represiones, de sus conflictos no resueltos. Los colaboradores de este enemigo son rápidamente clasificados, designados, registrados y eliminados. Y una vez más las víctimas inocentes son condenadas de acuerdo con la Ley. En momentos de semejante tensión también se encuentran finalmente los cómplices, esbirros y torturadores, todos ellos obligatorios.

Volviendo al tema de las brujas. ¿Cuántas murieron? Las cifras ya no impresionan a quienes conocen las masacres del siglo XX y las que se llevan a cabo todavía en el XXI. De todos modos, en las cifras de víctimas de la brujomanía hay que tener en cuenta que la población de Europa en los siglos XVI y XVII era muy inferior a la actual. Además, las cifras son muy imprecisas, oscilan entre los 9.500.000 y las 500.000 víctimas. Lo cierto estará en el punto medio.

Hoy día las brujas no constituyen ninguna amenaza para la sociedad, esto es, no son ya ningunas víctimas potenciales. La creencia en las brujas no es más que un residuo de tiempos pasados, igual que las caricaturas de demonios en las catedrales góticas. La locura de la limpieza prevalece hoy en la esfera política más que en la religiosa. No obstante, algunos aspectos del antiguo odio purificador contra las brujas se han mantenido hasta el presente.


La historia de las brujas es la historia de la discriminación y subyugación de la mujer, la historia de la misoginia, que se inició con el advenimiento del patriarcado, se justificó mediante la mitología y se exacerbó con la invención del pacto con el diablo por parte de la Iglesia.

La historia de las brujas se remonta a la primigenia división del trabajo. La evolución de los cambios sociales se mueve siempre al ritmo de las transformaciones efectuadas en la división del trabajo. Y ésta no es más que la fundamentación de una jerarquía de valores, ordenada de arriba abajo, de lo superior a lo inferior, de Dios a Satanás, del rey al súbdito, del Papa al monaguillo, etc. La división histórica del trabajo es la división del trabajo entre los géneros y las generaciones.

Los valores pertenecen a la constitución interna del ser humano. Son historias internas que se refuerzan con actuaciones externas, que, a su vez, se corresponden con determinas formas de comportamiento.

Ante la brutalidad de las actuaciones contra las brujas e inconformistas del pasado y del presente hay que preguntarse por las causas de semejantes comportamientos.


500 años después de las grandes persecuciones de brujas en Europa la creencia en ellas extiende todavía su larga sombra. Hasta la década de 1970 se vendían en las farmacias de la comarca de Lüneburgerheide (Alemania) remedios para espantar a las brujas. La agencia usamericana AP difundía el 15 de diciembre de 1975 la noticia siguiente, fechada en Kennewick, Washington: “Una vez al mes se reúnen las 13 hijas de JICA (bruja en inglés antiguo, VR) para celebrar su sabat. A la luz de flameantes y trémulas velas, envueltas en el dulce aroma del incienso y de los salmos latinos, conjuran las almas de los muertos y pretenden curar a los enfermos.”

Se trata de sesiones de espiritismo, de brujas buenas. Cierto, no se besa el trasero de ningún macho cabrío, ni se celebra rituales orgiásticos. Es brujería blanca que lucha contra la brujería negra. Quieren contrarrestar la labor de las hijas de Satanás. Mediante recursos hipnóticos pretenden dominar a las personas y, de paso, obtener un beneficio propio cobrando por sus servicios.

El culto actual de Wicca se remonta al libro de Margaret Murria The Witch Cult in Western Europe, publicado por primera vez en 1921 y reeditado en 1967.

El culto a las brujas y la creencia en la magia y en la astrología se ha puesto de moda entre las clases medias. Vuelve la tendencia a lo trascendental, y se ridiculiza lo racional. Todo el que cree en la astrología duda de la razón. Predomina la moda retro, la nostalgia del pasado, que se convierte en mercancía a través de las antigüedades. Se recuperan los viejos argumentos: el murmullo, el cuchicheo, la calumnia, y las tradiciones milenarias, como procesiones y romerías religiosas. Se venera lo antiguo, como, por ejemplo, los refajos y pololos de la abuela. Y, por qué no, a un nivel más alto, más culto, se juega un poco con la magia blanca y negra.


En la esta sociedad “del conocimiento”, como algunos gustan de llamar a la sociedad actual, proliferan como nunca toda clase de magia, espiritismo, ocultismo, curanderismo, quiromancias, tarots, videncias, horóscopos, y demás supersticiones. Y no pocos medios de comunicación hacen su agosto con las angustias e insatisfacciones que esta sociedad genera. Basta con echar un vistazo a la cantidad de películas que produce Hollywood, la fábrica de sueños como la calificó I. Ehrenburg en los años 30 del siglo pasado, sobre poderes sobrenaturales y fantasías esotéricas.

El vudú no sólo tiene adeptos entre la empobrecida población de Haití. Las sectas satánicas florecen en el denominado primer mundo, como la de Charles Manson, que en 1969 asesinó a Sharon Tate y sus invitados en su casa de Hollywood. En España se cuentan más de 50 de ellas, con unos 2.500 adeptos. Los exorcismos sancionados por la Iglesia llevan a muertes tan horrendas como la de la niña Rosa Fernández Gonzálvez el 16 de septiembre de 1990 en el pueblo de Almansa (Albacete). Su propia madre, curandera y exorcista, convencida de que la niña estaba embarazada del demonio, quiso liberarla del Maligno extrayéndole las entrañas por la vagina matándola en el intento.

Por otro lado, la Iglesia católica parece empeñada en reanimar la vieja demonología, descalificada y abandonada por el Concilio Vaticano II con el papa Juan XXIII a la cabeza. Pero sus sucesores, Pablo VI, Juan Pablo II y, muy en particular, Benedicto XVI, conocido por su formación y sus actividades nazis y haber dirigido la Congregación de la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio de la Inquisición), han revitalizado la creencia en el demonio. Los nuevos expertos en demonología y exorcismos se publicitan incluso a través de la red electrónica. Tal es el caso, por ejemplo, del sacerdote J. A. Fortea, que anuncia en su página de Internet sus sermones y explicaciones sobre el demonio, la posesión y el infierno en una serie de 13 vídeos. He aquí sus credenciales, tal como aparecen en su página:

José Antonio Fortea Cucurull (Barbastro, España, 1968) es sacerdote y teólogo especializado en demonología. Cursó sus estudios de Teología para el sacerdocio en la Universidad de Navarra. Se licenció en la especialidad de Historia de la Iglesia en la Facultad de Teología de Comillas. Pertenece al presbiterio de la diócesis de Alcalá de Henares (Madrid). En 1998 defendió su tesis de licenciatura "El exorcismo en la época actual" dirigida por el secretario de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española. En octubre de 2001 fue nombrado arcipreste. Compagina su trabajo como teólogo con su labor como párroco de Nuestra Señora de Zulema, Villalbilla (Madrid) y administrador parroquial de La Asunción de Nuestra Señora de Los Hueros.


Pero la persecución de inconformistas, discrepantes, extraños y heterodoxos de todo tipo parece imparable. El ex - seminarista José Stalin encarceló y fusiló a miles de críticos y personas inocentes en sus “purgas” de los años 30 del siglo pasado. De nuevo el simbolismo de la limpieza. Hitler y su régimen nacionalsocialista llevaron este concepto al paroxismo con el exterminio de millones de judíos, gitanos y comunistas. El propio jefe de las SS, H. Himmler, ordenó una persecución secreta de brujas, tal como han revelado los archivos.

Sin embargo, fueron los usamericanos los que, tras la II Guerra Mundial, resucitaron la expresión “caza de brujas” con la persecución de toda persona sospechosa de ser comunista o afín en los famosos juicios del Comité de Actividades Antiamericanas. Entre los perseguidos hubo figuras tan destacadas de la ciencia y las artes como Albert Einstein, Bertold Brecht o Charles Chaplin.

Este celo inquisitorial se aplica ahora a los sospechosos de “terrorismo”, sin que nadie sepa en qué consiste el terrorismo ni qué es un terrorista. La actual Administración fundamentalista de Washington incluso ha promulgado leyes que legitiman la tortura bajo el eufemismo de “interrogatorios coercitivos”. No deja de ser un cruel sarcasmo que esta misma Administración invoque el respeto a los derechos humanos en el mundo cuando ella los pisotea en sus centros de detención como el de Guantánamo, en sus cárceles de Iraq y en las secretas que tiene repartidas por el mundo, y donde se aplican métodos de tortura que las calenturientas mentes de los inquisidores medievales no podían imaginarse. Gracias a las Tecnologías de la Información y la Comunicación, algunas de las imágenes de estos “interrogatorios coercitivos” han dado la vuelta al mundo.

viernes, 8 de febrero de 2008

EL BESO //¿SABIAS QUE...? / SANT VALENTIN


¿Sabías que...?

*Al besarse, la gente es casi dos veces más propensa a inclinarse a la derecha en vez de a la izquierda

*La ciudad italiana de Verona, donde vivieron los amantes Romeo y Julieta creados por Shakespeare, recibe unas 1.000 cartas dirigidas a Julieta todos los días de San Valentín

*Un beso de 1 minuto puede quemar hasta 26 calorías

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